Este post debiera haberse titulado
Egon Schiele en el Guggenheim. Pero hace aproximadamente los mismos 15 años que conmemora el Guggenheim, el ahora Premio Nobel
Mario Vargas Llosa me descubrió a Schiele en su novela
Los Cuadernos de don Rigoberto. Así que he considerado de ley agradecérselo en el título.
Egon Schiele fue un pintor vienés de principios del siglo pasado asociado a la corriente expresionista. Discípulo y protegido de
Gustave Klimt y contemporáneo de otra gran figura como
Oskar Kokoschka. Schiele murió joven, a la edad de 28 años, pero en tan breve vida le dio tiempo a concentrar un arte provocativo e inusual por lo explícito de la sexualidad retratada en sus obras.
Su empeño en plasmar a sus modelos en posturas lascivas, le valió en alguna ocasión el calificativo de pornógrafo. Y es por esas estampas eróticas por donde el protagonista de la novela de Mario Vargas Llosa comienza a explorar e indagar en su propia pulsión fetichista. Un poco a la manera de los estudios de Freud -otro contemporáneo de Schiele en Viena, si bien no está documentado que se llegasen a conocer- con la histeria y su posible conexión con una sexualidad reprimida.