Y es que cuando uno no sabe a qué atenerse, únicamente le queda el amor de su pareja, y el de sus seres queridos, sí, como cuando John Lennon en God renegaba del dinero, de Jesús e incluso de los Beatles, para confiar únicamente en él, en Yoko y en él. El Amor.
Como decía el maestro Lou en Make Up, resulta que por mucho que nos disfracemos y maquillemos, nuestro yo esencial acabará por salir a la luz y desbaratar todo aquello que de inventado y poco auténtico habíamos manufacturado a beneficio de inventario.
Satellite of Love incluye una de las melodías más preciosas que jamás haya escuchado, y siempre que la escucho me acuerdo de un concierto de U2 en el Velódromo de Anoeta, en su gira Zooropa de su Transformación Berlinesa con Achtung Baby!, demasiadas coincidencias con el binomio Lou Reed / David Bowie de Transformer, ¿verdad?
Pues bien, en aquella ocasión, y aun tratándose de un grupo de éxito internacional, Bono Vox fue incapaz de hacer honor al original del perverso Lou, desgañitándose vivo en un tono que no era el suyo, llevado al precipicio por su compinche The Edge, en una desastrosa versión.
Al protagonismo del bajo, le acompañan unos pespuntes pianísticos y unos acertados coros que nos transportan a un estado de completo viaje interestelar, muy en la línea de los perpretados por Pink Floyd a finales de los 60s.
Se nos antoja que Lou Reed debía de estar disfrutando de una estupenda resaca post-melopea cuando escribió Wagon Wheel. En cualquier caso, se trata de un tema menor en el contexto de Transformer.
En la misma línea de insípida y débil estructura compositiva, naufraga New York Telephone Conversation, sin que lleguemos a entender cuál fue la razón de incluir semejante engendro music-hall en un álbum, por otra parte, tan completo.
Goodnight Ladies sigue la línea de Make Up, incluso más jazzy, pero como cierre del ejercicio de reivindicación de Mr. Reed en el Parnaso del Rock and Roll, no está nada mal.
¡Eso es Todo Amigos!, viene a decirnos Lou, y al que no le guste que arree, pero como somos un pocos "masocas", pues aquí seguimos, recibiendo golpes de su espinosa rosa, en ocasiones, y otras veces sufriendo el castigo de su indiferencia.
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