En esta ocasión, le acompañan los mismos músicos que venían haciéndolo en la última fase de Papito, dos guitarras, bajo, batería, teclados y tres cantantes haciendo coros, con la extraordinaria e incombustible Helen de Quiroga como única chica. Por su parte, el bajista Mikel Irazoki ejerce también de director musical, al igual que en la actuación de Ana Torroja.
En Castro Urdiales sonaron Mirarte, Duende, Nena, Aire Soy, Sol Forastero -rabioso y contundente-, Este Mundo Va, Partisano -con llamamiento antibelicista, con el no a la guerra como proclama, incluido-, Olvídame Tú, Gulliver -muy potente, una de mis canciones preferidas del repertorio de Miguel-, momento en que Miguel se quitó su chaqueta de paramecios para lucir su camisa floreada.
A continuación, llegó el momento set acústico / sentado, con el repaso de sus canciones más antiguas, Te Diré, Morir de Amor, Don Diablo, Creo en Ti, Amiga, Linda.
Para después enfilar la fase final del concierto con Puede Que, Sevilla, Te Amaré y Nada Particular -aquí Miguel recordó a los desplazados por las guerras, los deportados por razones políticas, los marginados por la crisis-, con el público coreando a pleno pulmón -otro de mis momentos culmen en la discografía / recitales de Miguel, por la comunión / empatía que se produce entre artista y fans, y ello medido por la sonda de la emoción que no falla, escalofrío / vello de punta.
Tras despedirse por primera vez de un aforo mayoritariamente femenino y más que entregado, excitado, el grupo atacó su primer bis con Morena Mía, Hacer por Hacer y Como un Lobo -vuelo incluido.
El segundo bis consistió en Si Tú No Vuelves, Estuve a Punto de y Bambú, para cerrar en el último bis con la gracia de Bandido, que dejó satisfecho al respetable y zanjó un concertazo más con lleno absoluto del polifacético Miguel.
De entre su repertorio, en el arranque del concierto fue desgranando los siguientes temas: Soy -de su último disco hasta la fecha, Sonrisa-, Como Sueñan las Sirenas -de su primer disco en solitario, Puntos Cardinales-, Ya No Te Quiero -de su segundo disco en solitario, Pasajes de un Sueño.
Para después enlazar tres temas seguidos de su anterior banda, los archiconocidos Mecano: La Fuerza del Destino, Los Amantes y Mujer Contra Mujer -todas ellas de su quinto disco de estudio, Descanso Dominical, las dos primeras de Nacho Cano y la última, con arreglo especial al piano por Alfonso Pérez, de su hermano José María.
Aquí los fans ayudaron a Ana con los coros, e incluso en Los Amantes, alguien de las primeras filas le dio el pie a Ana -a petición / solicitud de ella, pues se le había ido el santo al cielo y se había despistado con la letra -lo mismo le ocurriría, posteriormente, con otra letra de Nacho Cano, Ay Qué Pesado.
A continuación, cambios de vestuario incluidos, afrontaría su éxito en solitario Partir -compuesta por el músico donostiarra Txetxo "21 Japonesas" Bengoetxea, a quien Ana le dedicó un sincero agradecimiento.
Cruz de Navajas, del álbum Entre el Cielo y el Suelo de Mecano, y compuesta por José María Cano, recibió todos los parabienes del público, que la coreó con entusiasmo y totalmente entregado a estas alturas de la madrugada, en el ecuador del concierto.
Después sonaron Tu Habitación Helada -de su último álbum Sonrisa-, Quién Dice y Veinte Mariposas -ambas de su disco Frágil.
Ay Qué Pesado, Quédate en Madrid, Sentía, Naturaleza Muerta y Aire volvieron a recordarnos la militancia de Ana en Mecano, así como su apuesta por el reparto equilibrado de temas entre los compuestos por cada uno de los hermanos Cano y los suyos propios de su ya dilatada carrera en solitario.
Tras una breve parada para refrigerio y cambio de vestuario, Ana atacó dos bises programados. En el primero escenificó Hijo de la Luna, con un bonito vestido calado, muy acorde para la ocasión, A Contratiempo, El 7 de Septiembre y No Me Canso -composición del gran Carlos Chaouen que Ana hace suya "puta vida" incluido.
Contenta y agradecida, Ana también nos concedió un bis de gracia, Me Cuesta tanto Olvidarte.
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