Siempre me ha impresionado la labor del traductor como el "ladrón" de la voz original del escritor, pues volcar los giros y expresiones, ritmos y cadencias de un idioma en otro, requiere de una conspicua conciencia suplantadora por parte del profesional.
Lo mismo ocurre con el intérprete de palabras, no resulta nada fácil sustituir el tono, el lenguaje corporal, y demás factores que acompañan o bien están implícitos en la expresión oral. Me acuerdo a bote pronto de Eduardo Mendoza, traductor e intérprete de profesión, y de la novela de Antonio Muñoz Molina, El Jinete Polaco, protagonizada por una pareja que comparte dicha profesión, así como de la trilogía Tu Rostro Mañana de Javier Marías, sobre la interpretación del alma ajena llevada a las últimas consecuencias. En este mismo sentido, el doble juego de la protagonista de la canción de Deep Purple, tiene un desenlace mucho más prosaico.
Actualmente nos encontramos rodeados de hacedores de tormentas, de sembradores de truenos, de cavadores de vientos y recogedores de tempestades. Pero aún nos queda la esperanza de dar con el mirlo blanco que consiga cuadrar el crecimiento económico español con la reducción de la deuda. Quizás haya que recurrir a William Shakespeare, el Bardo Inglés, quien con motivo de los Juegos Olímpicos de Londres, ha vuelto a significarse como una fuente inagotable de inspiración tanto artística como política, económica y social.
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