lunes, 5 de febrero de 2018

Miscelánea Vitae

En Algorta, sobre el acantilado de la playa de Arrigunaga, las chicas toman el sol cual sirenas varadas en la hierba. Lucen tatuajes piratas en sus pieles morenas, y sus bañadores de vivos colores esculpen sus cuerpos con formas imposibles. Más arriba, el molino de Aixerrota saluda y despide cordial a las familias que pasean por sus inmediaciones. Sobre la arena, tiembla una toalla que el viento iza a cámara lenta en vuelo rasante. En el agua se divisan bañistas en top-less perladas de espuma y surfistas que trazan cabriolas en el aire. A lo lejos se perfilan velas que se agitan en el horizonte.

Junto al murallón que queda al pie del acantilado, Lucía saca fotos hurtando al tiempo efímeros instantes, rescoldos de un fuego controlado. El pelo recogido de Lucía es como una guirnalda dorada a al luz tardía de septiembre. Un barco hace sonar alegre la bocina, anunciando su entrada a puerto. De mientras, las gaviotas compiten con los esporádicos aviones en una cacofonía de trinos y estruendo. Lucía ha bajado a la playa de Arrigunaga para recoger a su marido y sus dos hijas tras un largo día de playa ...

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