viernes, 21 de diciembre de 2018

Black Widow

Suena el timbre y Teresa se levanta del sofá donde está sentada con sus amigas Davinia y Elena y se dirige a abrir la puerta de la habitación. Teresa tiene una espléndida presencia de amazona.

Viste completamente de negro, un corsé de cuero que deja su pecho al descubierto, una tanga de encaje que deja sus nalgas al aire y botas de tacón de aguja de charol hasta la rodilla. Luce también un coletero de jade en su pelirroja melena, un collar de plata y guantes de látex hasta el codo. Las turgentes tetas de Teresa se bambolean al ritmo de sus caderas y sus prietos glúteos se muestran ufanos desde la altura de sus botas. Abre la puerta y deja pasar a su nuevo Cliente.

-Desnúdate y siéntate en esa silla, Esclavo, resuena contundente la orden de Teresa. Cohibido ante su Dómina, Norto obedece sin rechistar.
-¿Cómo se responde a tu Ama? ¿Qué se dice cuando tu Ama te habla?
-Sí, mi Ama, masculla sumiso Norto.
-No te oigo, Esclavo.
-Sí, mi Ama, eleva contrito la voz su Esclavo.

A continuación, Teresa le da la espalda y les guiña un ojo a Davinia y Helena, que observan el espectáculo desde el sofá con regocijo. Teresa se acerca a la cómoda de la entrada y saca un cuerda blanca del primer cajón. Se aproxima con pasos firmes a la silla y se detiene frente a Norto.

-Las manos a la espalda, Esclavo.

Da una vuelta a su alrededor marcando el característico taconeo de sus stilettos sobre el parqué de madera. Ata con pericia las muñecas de Norto, los brazos cruzados tras el respaldo de la silla. Desde allí, les hace una señal a Davinia y Helena pidiéndoles que se acerquen.

-Esclavo, te presento a mi Amiga D. y a mi Amiga H. D. y H. han venido para jugar contigo. Salúdalas como se merecen, le ordena Teresa.
-Encantado, D., encantado, H., les rinde pleitesía Norto.

Davinia lleva un tocado de plumas en la cabeza, su vestido de raso rojo deja sus piernas y brazos al descubierto, salvo por unos guantes negros de satén hasta el codo y unas medias también negras, y calza unos stilettos de Manolo Blahnik de terciopelo color burdeos. Con su cabellera morena negra azabache recogida en un moño, Davinia exhibe una pose sugerente, da un paso adelante y se inclina insinuante sobre Norto, dejando a la vista del Esclavo el balcón de su escote.

Helena lleva su rubia melena lisa y suelta. Plantada sobre los tacones de aguja de sus Louboutin de ante color índigo, se acerca a Norto y se baja una manga de su vestido de raso azul turquesa. Seductora, desliza por su hombro la tira del sujetador, amaga con desnudar su pecho izquierdo y, sin llegar a descubrir el pezón, vuelve a taparse entre pudorosa y divertida.

El pene de Norto agradece la sensualidad de Davinia y Helena con la marcial alzada de su bandera.

-Prohibido empalmarte o te castigo, Esclavo. Te enseñaré a controlar tu erección.

Teresa saca del segundo cajón de la cómoda unos aros de acero inoxidable engarzados. Desarma el artilugio y se lo muestra a Davinia y Helena, que no pueden contener una carcajada. La Ama acopla el artefacto al dilatado miembro de su Esclavo, lo embute en la armadura metálica y lo enclaustra con una pequeña llave que se cuelga del collar.

El Esclavo se retuerce, grita y se lamenta ante la indiferencia de su Ama. Momento que aprovecha Davinia para pedirle a Teresa que le baje la cremallera del vestido. Se lo quita lentamente, se pasa la punta de la lengua por los labios. Lasciva, se contorsiona y caracolea. Con un último tirón, Davinia revela un corpiño rojo rebosante de sus pechos níveos. Unos adornos de brillantes de Swarovski circundan sus rosáceos pezones.

A su lado, Helena se quita el vestido y deja al descubierto su lencería. Luce medias de encaje con ligueros y unas braguitas traslúcidas que apenas si ocultan su coño depilado, rematado por una mata de pelo mínima en la parte superior del pubis. Desenfadada, se desabrocha el sujetador y se lo lanza a Norto con un toque de erotismo. Provocativa, se frota las tetas ante la extasiada mirada del Esclavo.

Entretanto, la Ama observa con embeleso cómo el pene de Norto desborda las rendijas del cinturón de castidad. Aparta a Davinia y Helena y, para excitarle aún más, masajea a través de los aros la polla de su Esclavo. Cuando Norto empieza a gemir de placer, se introduce el miembro en la boca, le da unos lengüetazos, lo lame. Después, apoyándose en sus hombros, se monta a horcajadas sobre su Esclavo y roza los labios de su coño contra la polla enrejada antes de que su vagina la engulla. Para terminar, Teresa se echa hacia atrás y, cuando siente que su Esclavo está llegando al borde del orgasmo, desprende un punzón metálico de su coletero de jade y, desmelenada, se lo clava en la yugular a su novio.

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