jueves, 13 de diciembre de 2018

Like a Hurricane

Adán se levanta de su mesa de trabajo y se acerca al alféizar de la ventana. Una marea humana de compras por Navidad abarrota la zona peatonal de la calle Ercilla entre la plaza Moyúa y Rodríguez Arias. Adán abre el pesado ventanal de cristal batiéndola sobre su eje vertical y se sube al encofrado de madera que cubría el sistema de calefacción y aire acondicionado.

Desde allí arriba, Adán se deja caer precipitándose a la calle desde el séptimo piso del Edificio de Oficinas Ercilla. Un transeúnte que sale de la Farmacia que hace esquina en el chaflán entre Ercilla y Rodríguez Arias lanza el grito de alarma. Los viandantes que cruzan en ese momento el semáforo, paralizados por el susto, se giran a mirar al cielo, de donde parece que viene el peligro.

Milagrosamente, se hace un claro en el paso de peatones donde el cuerpo de Adán impacta sobre la recién asfaltada carretera con un sonido seco silenciado por el estruendo de las bocinas de los coches. Su forma de muñeco de guiñol estampado en el suelo con los brazos y las piernas componiendo una esvástica es lo último que ve su compañero de trabajo Eusebio -quien, sintiendo frío al volver del baño, se ha asomado a la ventana para cerrarla- antes de perder el conocimiento.

En la peatonal de Ercilla, Patricia sale de la joyería Ignacio Álvarez contenta con su autorregalo, un reloj de oro Rolex con biseles engastados de diamantes que ha cargado en la cuenta de su amante. Ajena al drama que se vive a escasos treinta metros en línea recta, Patricia marca su número en su iPhone 8 para darle la buena noticia. A pesar de lo concurrida que está Ercilla, Patricia consigue abrirse camino a través de un pasillo que ha dejado una patrulla de la Policía Municipal. Según se aproxima al cruce, la sirena de la ambulancia deja de sonar y, de entre corro de curiosos que rodean el cadáver de Adán, surge distintiva la melodía de `Like a Hurricane´ de Neil Young, que Patricia descargó personalmente e identifica su contacto en el móvil de Adán.

Una vez recuperado de su desvanecimiento, Eusebio baja al Dennis, la cafetería de los soportales del Edificio Ercilla, con la intención de tomarse una infusión de té. Sin embargo, según sale del ascensor, se cruza con el conserje del Edificio, quien escoltado por dos Policías Municipales se dirige precisamente a su Oficina en la séptima planta. Eusebio ni se inmuta cuando le informan de que su compañero Adán se ha precipitado por la ventana y yace cadáver en el paso de cebra de Rodríguez Arias. Si bien, con disimulo, apenas si atraviesa la puerta automática de salida, pasa de largo la cafetería y enfila las escaleras en dirección al tumulto que se ha formado en la calle.

Desde su posición en el círculo alrededor de su recién fallecido amante, Patricia vislumbra enfrente, como aturdido, al atontado de su marido Eusebio. Tiene un primer impulso de quitarse de en medio, de desaparecer, pero Eusebio ya la ha visto y le hace señales para que se le acerque. Enajenada y rota de dolor, Patricia no puede más, se descalza sus zapatos Louis Vuitton de aguja que mete en su bolso de Loewe, aparta a los Policías Municipales y pasa por encima de los sanitarios de Cruz Roja para fundirse en un abrazo con el cadáver aún caliente de Adán.

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