miércoles, 20 de noviembre de 2013

Competencia versus competitividad

Al parecer, la crisis económica ha mejorado la competitividad de las empresas españolas. Gracias a la reforma laboral y al despido masivo de trabajadores y empleados, los precios industriales han disminuido, mejorando la capacidad exportadora de nuestras empresas más internacionales. Sin embargo, al elegir competitividad versus competencia, se vuelve a confundir el fin con los medios. Precisamente, lo que nos ha llevado al estado depresivo y de crisis actual.


Competir en términos de precios, nos puede hacer más competitivos, pero no significa necesariamente que se estén haciendo las cosas bien. Mi pregunta es ¿somos realmente competentes? Hacer lo mismo o más con menos, aporta de saque una indudable ventaja competitiva, pero sin diferenciación y competencia real en los procesos, es imposible llegar más allá, porque al vendedor de lance como al mentiroso, se le da alcance antes que a un cojo.

Lo hemos visto en el caso de Fagor, empeñado en dar la batalla en un mercado maduro como es el de los electrodomésticos de línea blanca y que sus competidores son capaces de atender sin los esfuerzos y reveses que venía sufriendo la pionera e histórica cooperativa. Lejos de establecer una reflexión sobre la viabilidad de un proyecto condenado al fracaso, los gestores prefirieron "mantenella y no enmendalla".

A menudo, uno se encuentra con creyentes de esa nueva religión que llama a la guerra de precios. Cuanto más barato mejor, defienden los seguidores de esta santa cruzada. Pero la realidad es que si uno no consigue diferenciarse de la competencia y aportar una experiencia peculiar y claramente distinguible al cliente, la batalla está perdida. Hablamos no sólo de servicios, sino de productos, como ha demostrado Apple con su iPhone y iPad. Lo único se valora, lo que es standard / commodity se desprecia y se subasta al mejor postor, esto es, al precio mínimo. Y ahí es donde el Game is Over en favor de países asiáticos, que puede ser China, Corea o Singapur, en función del nivel tecnológico y del coste requerido.

Un grupo tan identificable por su peculiaridad británica / londinense y tan poco imitable como Madness hacía mofa del asunto en los 80s y lo proclamaba a los cuatro vientos en su canción "I´ll Compete". Ya que el mercado está montado para competir, al menos hagámoslo por aquello que merece la pena y nos hace exclusivos y, por lo tanto, elegibles.

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