No deja de ser paradójico que un flamenco de los pies a la cabeza como el guitarrista Paco de Lucía -tío a la sazón de Malú, gran artista por derecho y célebre coach de La Voz- fuese uno de los inductores de la incursión de Camarón en las arenas movedizas del flamenco-pop, vía que luego aprovecharían con más fortuna combos como Ketama. Y es que a finales de los 70s, el público flamenco, no estaba aún preparado para semejante sacrilegio, introducir pianos, guitarras y bajos eléctricos y baterías en los palos más clásicos del género, como esta, por otra parte, reconocible La Tarara.
Si bien, nuevo ropaje aparte, las nuevas composiciones son académicas y podrían haber tenido cabida en cualquiera de los LPs anteriores o posteriores del genio de la Isla. Aunque lo cierto es que el propio Camarón fue muy sensible a las críticas y, al parecer, le pidió a su productor dejarse de experimentos y volver por los fueros más tradicionales en las siguientes entregas de su arte. Como muestra un botón, la más reconocible melodía de la canción que da título al álbum.
Los propios Planetas homenajearían a Camarón en su Leyenda del Espacio, trufando con acordes de rock lisérgico los viejos palos del flamenco.
El recientemente fallecido Lou Reed, junto con su compinche John Cale, la lió bárbara con White Light / White Heat, el segundo álbum de la Velvet Underground, una vez abandonada la tutela, producción y mecenazgo del ídolo pop Andy Warhol, que habría edulcorado, en su opinión, su primera entrega -el famoso disco de la banana-, imponiéndoles la voz melodiosa y armónica así como la icónica presencia de la cantante y modelo alemana Nico. Bowie se sintió identificado con las corrientes y descargas de electroshock que Reed recibiera de joven de "luz blanca / calor blanco" a instancias de sus padres, para corregir su carácter rebelde y curar su supuesta homosexualidad.
La pareja compositora se lanzó a una lucha de egos sin árbitro que acabó en un "tour de force" en toda regla, con canciones que deslumbraban por la agudeza literaria de Reed, que se atrevió con truculentas historias como The Gift, hasta entonces ajenas al rock, y por el concepto sonoro de Cale, quien influido por La Monte Young y John Cage, agredía literalmente los oídos de la audiencia, a base de repeticiones, distorsiones y muros de sonido disonantes, rayando en ocasiones la cacofonía como en Sister Ray.
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