viernes, 20 de diciembre de 2013

El Topo de John le Carré

Las filtraciones de Wikileaks y el caso Snowden han vuelto a poner en la palestra el espionaje. Una práctica que parecía arrumbada tras la caída del muro de Berlín pero que, visto lo visto, simplemente cambió de objetivos. Tal y como ha quedado demostrado, la Agencia de Seguridad Americana (NSA en sus siglas en inglés), se ha dedicado desde entonces a escuchar a los amigos en lugar de grabar a los enemigos. De ahí que traigamos a colación una de las ficciones de espías por antonomasia: El Topo, en sus dos versiones, literaria y cinematográfica.

El reputado escritor John le Carré ha desarrollado gran parte de su carrera novelística en tiempos de la Guerra Fría. Cuando el Telón de Acero dividía Europa en dos mitades ideológicas contrapuestas. Un momento histórico en que la animadversión entre las partes enfrentadas se explicitaba en una guerra larvada en las sedes diplomáticas con el espionaje como protagonista. Donde se establecía un juego paralelo para frenar la escalada de la política de  confrontación, pero donde se registraban igualmente los resultados propios de un conflicto bélico con sus victorias y derrotas, captura de prisioneros y bajas propias.

En este caldo de cultivo, firmas como la de John le Carré fraguaron una forma de contar directa pero elíptica. De tal forma que, según avanzaba la trama, los diferentes hilos tendidos por la voz omnisciente del novelista confluían dramáticamente en un desenlace premonitorio a la vez que inesperado.

Una narrativa que sentaría las bases del best-seller con una combinatoria de acción, suspense político y su pequeña dosis de sexo. Otros autores ahondarían en el género, como Ken Follett o Robert Ludlum, pero John le Carré quedaría como el experto en las interinidades del espionaje entre el bloque occidental y soviético.

El Topo (Tinker, Taylor, Soldier, Spy) es una de sus novelas más famosas y celebrada, donde se dan cita las características de su estilo, un tema contundente, diferentes tramas que ayudan al desarrollo de la historia y figuras esquivas cuyo anclaje gira en torno a Smiley, un espía alejado de los estereotipos al uso. De quien le Carré va dibujando su mapa psicológico a base de breves pinceladas gestuales, monólogos interiores y devaneos sentimentales.


Hasta conformar un rico protagonista a quien da vida Gary Oldman en la última y más reciente encarnación del personaje. Sin necesidad de respetar el tempo de la novela, la película fluye con la banda sonora de Alberto Iglesias y unas transiciones de cámara al estilo Hitchcock con fantásticos planos secuencia. Una filmación muy british a cargo del director Thomas Alfredson, que hace honor a la creación de le Carré, aunque se aparte en ocasiones del original, si bien mantiene su esencia.

Cuenta, además, entre el reparto con extraordinarios actores como el veterano John Hurt, un solvente Andy Garcia o el omnipresente Colin Firth. Claro que la atmósfera opresiva de El Topo se respira mejor en versión original, con unos diálogos apenas murmurados las más de las veces, y sin el griterío y elevado volumen propios de nuestros doblajes.

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