jueves, 27 de febrero de 2014

Siempre Libre (in memoriam de Paco de Lucía)

Mirar como un niño se nos dice, con su inocencia y su candor, con su ansia por descubrir y su capacidad de sorpresa. Pero una vez entramos en el mundo adulto y alcanzamos la madurez cada vez resulta más difícil mantener estas señas de identidad. La pasión con la que hasta su fallecimiento el pasado martes tocaba la guitarra Paco de Lucía, aunando en su arte sentimiento y duende, es el mejor testimonio de su espíritu siempre libre.

El álbum La Leyenda del Tiempo junto al gigante Camarón es una de esas incontestables obras maestras. Por lo rupturista de su planteamiento, por lo novedoso de su propuesta, por la reunión de genios en torno a unas letras y unas partituras que fundieron por primera vez y para siempre el flamenco a la instrumentación pop-rock.

Una aberración en toda regla que ahuyentó a parte de la audiencia más reaccionaria. Quienes se escandalizaron ante el sacrilegio cometido por Paco y Camarón contra el canon establecido para los palos flamencos, y nada quisieron saber del, en su opinión, engendro contranatura que habían alumbrado estos dos portentos de la música. Sus detractores, acérrimos defensores de la tradición del folklore andaluz, se erigieron en los guardianes de las esencias más puras del cante jondo.

Este revés afectó profundamente a Camarón, mientras que Paco de Lucía ahondó en la brecha abierta y su andadura prosiguió entre aventuras y empresas a cual más arriesgadas, juntándose con músicos de jazz como John McLaughlin y Al Di Meola, de salsa como Rubén Blades o bien tocando con una Orquesta Sinfónica. Paco tiró para adelante con las ganas de quien recién se estrena. Un signo de su inteligencia.

Si conducirse con iniciativa y creatividad implica tener un plus de ilusión y una ración extra de motivación, Paco contó con ambas. Un motor que, si no mueve montañas como la fe, sin embargo, sí le capacitó para alcanzar las más altas cumbres. Como otros artistas de su talla, Paco no se libró de padecer proyectos que se malograron por falta de perseverancia o pereza pero, aunque payo de nacimiento, su alma flamenca sabía que lamentarse por lo que pudo ser y no fue resulta un esfuerzo inútil y baldío.

En cada etapa de su devenir buscó con sacrificio y tesón elevarse un peldaño por encima de su anterior conquista y eso le valió el reconocimiento que obtuvo en vida, como prodigio de la guitarra ya desde niño, así como los honores con que se le despide a la hora de su muerte. Descanse en paz en su Algeciras natal.

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