viernes, 26 de septiembre de 2014

Las Tribulaciones de Rajoy en China

Aunque parezca mentira, Rajoy ha tomado la iniciativa de viajar a China para cerrar acuerdos comerciales con el gigante asiático. Convencido de la verdad que encierra la expresión que glosara el asesor de Bill Clinton, James Carville: ¡es la economía, estúpido!, ha dejado a un lado su manía de posponer decisiones y se ha tirado a la piscina.

Y el momento no podía ser más oportuno. Rajoy ha puesto tierra de por medio con el asunto catalán caliente, pero con el resultado sabido de una Escocia que seguirá siendo británica. Y con el cadáver político de Gallardón reciente. En una crisis de gobierno achacable en exclusiva al ministro y de la que el presidente ha salido de rositas. Convertido en un personaje de Julio Verne, nuestro indeciso aventurero ha seguido las directrices de sus consejeros áulicos con Luis de Guindos a la cabeza. Estos le han venido a decir que con Alemania tan tacañona como siempre, el motor comercial de Francia gripado e Italia lastrada por su debilidad política, la única forma de evitar la ralentización de nuestro crecimiento es ampliando mercados. Y allá que se ha ido don Mariano con su perfil quijotesco a convencer a los dirigentes chinos para que nos ayuden con inversiones por valor de 3.000 millones de euros a mantener la velocidad de crucero en la que nos habíamos instalado. Tras el mejor agosto del turismo, en pleno apogeo de la vendimia y a un trimestre vista de confirmar la recuperación tras años de desaceleración y estancamiento. Si bien el paro sigue siendo el caballo de batalla a batir, hasta la firma de hipotecas sube en julio. Así las cosas, la realidad macroeconómica le estaría dando la razón a un Rajoy de bajo perfil político que ha preferido jugársela en el campo de las reformas económicas. A esto hay que añadirle la nueva forma de contabilizar el Producto Interior Bruto (PIB), que al incluir los negocios de la prostitución y el narcotráfico lo eleva un 0,85%. El día a día de las familias es otro cantar que hoy por hoy desafina. Y las medidas de flexibilidad introducidas que tanto alaban desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Comisión Europea, ahogan la economía doméstica y su cesta de la compra cada vez tiene más agujeros y descosidos. A los ojos del mundo, sin embargo, Rajoy ha mutado de don Tancredo a Marco Polo. Y lo curioso es que lo ha hecho delante de nuestras narices, sin apenas darnos cuenta. Mientras parapetado tras su pantalla de plasma veía cómo sus colaboradores más próximos se iban quemando en la hoguera de su vanidad para mayor gloria del primus inter pares.

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