miércoles, 13 de junio de 2012

Desire de Bob Dylan (Cara B)

Ahora que falta menos de un mes -11 de Julio- para la cita con Bob Dylan en la explanada del Guggenheim, concierto preámbulo del Festival Bilbao BBK Live, me permito traer a colación esta Cara B de Desire que había dejado pendiente desde el mes pasado.

Antes de meterme en harina, no obstante, una breve historia de mi experiencia de Conciertos con Mr. Dylan, el Bardo de Minnesota.

Me lo perdí en el 95 en la Plaza de Toros de Bilbao, pero en el 99 lo vi por partida doble, en el Velódromo de Anoeta y en un Teatro de Santander -tuve que pagar dos veces por el de Anoeta, pues perdí la entrada de vísperas, y entré de rondón en el de Santander, en un ejemplo de justicia poética-, en 2008 en el Polideportivo Anaitasuna de Pamplona y en 2010 asistí a su actuación en el Azkena Rock Festival de Vitoria-Gasteiz.

En sus cuatro conciertos que he visto, las sensaciones han sido encontradas. Inicialmente, mi predisposición era encontrarme con un mito viviente que había cambiado de manera sustancial el curso de la música en la década de los 60s. Pero después las expectativas van derivando hacia un conformista "a ver con qué nos sorprende hoy", hasta encontrarte con actuaciones irregulares o directamente contra el público -colocado de perfil en un lateral del escenario a los teclados en Pamplona y Vitoria-Gasteiz-, haciendo esfuerzos imposibles para descifrar qué canción / éxito está interpretando -puede que sea un clásico universal de los que han entrado hasta en las iglesias / parroquias y únicamente al final eres capaz de caer en la cuenta.

En fin, se trata de ejercicios un tanto masoquistas, que no le permitiríamos a ningún otro artista, pero como leí en alguna ocasión, hay escritores que escriben a favor del lector, llevándole con mimo por vericuetos que acaban en un final feliz, mientras que otros escritores se limitan a castigar al lector en el ejercicio de su capacidad intelectiva, suelen ser escritores de escritores, como es el caso de James Joyce y su Ulises, pues bien, será que Dylan es un músico de músicos, pero a los oyentes comunes y corrientes nos obliga a realizar un esfuerzo extra si queremos entrar en su mundo, quizás por eso haya tanto dylanólogo intentando desentrañar hasta las últimas consecuencias / significados de sus escritos y canciones.

Por otra parte, aún estoy pendiente de adquirir la entrada para el bolo en el Guggenheim, pero por los carteles anunciadores que he visto por los bares, parece que no va a haber problema en pasar por taquilla de vísperas.

En lo que a la Cara B de Desire concierne, decir que contiene números excelsos y otras canciones más de relleno, a mi parecer.

Me encanta Sara, y en menor medida Black Diamond Bay, también se salva Joey, pero detesto Romance in Durango, casi en la misma medida en que me ocurre con Lily, Rosemary and the Jack of Hearts del álbum Blood on the Tracks.

Joey es una novela río que nos cuenta la historia de una especie de buscavidas, en la onda de Hurricane.

Sin embargo, Romance in Durango es un número menor que alivia la carga del disco como lo hacía Mozambique en la primera cara, y supongo que no es casualidad que en ambos casos se elija un coordenada geográfica para ubicar perfectamente el desarrollo de los acontecimientos cantados en cada caso.

Black Diamond Bay recurre también a la historia de nunca acabar que se desarrolla a lo largo de un montón de minutos, pero su belleza melódica y la temática de la letra le dan un carácter especial a este tema, del que carecen los dos anteriores.

Por último, Sara es una preciosa canción de alabanza a su por entonces aún mujer, Sara Lownds, de quien no tardaría en separarse, y es de una belleza y amor aplastantes.

Menos narrativa y cinematográfica que las letras que venía componiendo con Jacques Levy, pero que te llega directo al corazón, por el puntillismo, preciosismo y minimalismo en la apreciación de los detalles cotidianos que de veras importan.

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