miércoles, 27 de septiembre de 2017

Seguramente Me Lo Merezco de Tulsa

Tengo un problema con la maqueta de Seguramente Me Lo Merezco. Resulta que me gusta más la versión que Alfredo Niharra grabó para el EP Tulsa, que la que aparece en su puesta de largo Sólo me has Rozado. Esta última, perfectamente sonorizada, pierde algo del espíritu desgarrado que tenía la primera grabación.

Ha sido escarbar en el pasado musical de Lee Perk / Alfredo Niharra y darme de bruces con Miren Iza y sus composiciones en Tulsa. Desde el despecho, pero con gran profundidad y maestría psicológica, Miren desbroza momentos de sus relaciones sentimentales. Y Alfredo le pone banda sonora original de muchos kilates, como acostumbra. De ahí que la naturalidad de local de ensayo que transmiten las grabaciones del EP Tulsa sea ideal para adentrarse en el universo Tulsa.

Recuerdo haber visto a Miren como bajista y voz de las Electrobikinis (riot girls de la era grunge), pero me perdí su paso al castellano. Y ahora caigo en que, compositivamente, no tiene nada que envidiar a mi admirada Christina Rosenvinge.

Tras un rasgueo sencillo de guitarra acústica, Alfredo aporta filigranas rock con su buen gusto habitual sin tapar a Miren, que entra fuerte comparando a su novio con Satán, para después epatar en el bridge con el siguiente verso: "Yo no soy una de esas ilustres amigas tuyas que la comen tan bien", sólo anticipado por el pespunte del bajo.

El efecto de la letra está a la altura del "Y no me daré cuenta que en esta puta vida" de Carlos Chaouen en su canción No Me Canso (y que Ana Torroja no quería incluir en su versión, a lo que Carlos se negó: o pronunciaba el "puta" de marras o no había versión). Por su parte, el efecto musical alcanza el paroxismo del grito de Careful with that Axe, Eugene, que antecede al supuesto corte. Así como el bajo de Alberto Rodrigo suena contundente, la batería de Gabriel Marijuan está grabada más bien como desenchufada y hasta se escucha el vuelo de las baquetas.

Miren canta/interpreta como una abanderada de una lucha que libra a brazo partido con no se sabe muy bien qué demonios interiores, pero que nos interesa enseguida, desde su primer fraseo/suspiro. De inmediato nos lleva al huerto de sus desazones y despechos. Su capacidad de observación/representación es de gran altura literaria y las imágenes se agolpan en nuestra cabeza mientras experimentamos lo que nos cuenta.

La empatía es instantánea. Pero no me refiero a compartir su dolor o, aún peor, compadecerse por su sufrimiento, para nada. Antes bien, se trata de que tod@s hemos vivido situaciones similares. El desengaño juvenil: "Ya sé que he debido de hacerme mayor, porque ya no creo en el amor y algo más en el dolor"; perfectamente traído/leído. El juego de tira y afloja, dominio/control de marcar distancias con el ser amado:  "Ahora ves que quiero estar un rato más contigo y tú no me quieres ver / Me he quedado dormida mientras leías y ya no sé si estoy muerta o viva". El desengaño/frustración que producen la falsedad y el engaño, los halagos podridos, las promesas incumplidas: "Pronto te olvidaste de mí y de las cosas que llegaste a decir antes de mentir".

La sección rítmica es de una precisión suiza por bien tocada, pero profundamente sentida. La emoción me traslada, en otro orden de cosas, a la batería de Steve Jordan en La Flaca de Calamaro, por ejemplo. Aunque estilísticamente está más anclado al Exile On Main Street de los Stones. Mientras las guitarras recorren enfáticas la canción sin restar protagonismo a la historia de Miren, Gabriel mueve la batería con soltura y, a ratos, parece que fuera el instrumento solista junto con el bajo basculante de Alberto.

El solo de Alfredo a la steel guitar es antológico, perfectamente escoltado por Miguel con unos luminosos arpegios que rivalizan con la melancolía/cabreo de la letra. Retoma el pulso Miren para soltarnos la imagen de una inolvidable noche en un hotel "al sur del país" (no queda claro si para bien o para mal). Y cuando parece que hemos llegado al final de la canción, Miren vuelve con fuerza y desgarro. Algo que, por otra parte, queríamos/esperábamos que ocurriera. No así cuando el final/merecimiento es claro y definitivo.

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