martes, 2 de octubre de 2012

Los Cuadernos de don Rigoberto

Este post debiera haberse titulado Egon Schiele en el Guggenheim. Pero hace aproximadamente los mismos 15 años que conmemora el Guggenheim, el ahora Premio Nobel Mario Vargas Llosa me descubrió a Schiele en su novela Los Cuadernos de don Rigoberto. Así que he considerado de ley agradecérselo en el título.

Egon Schiele fue un pintor vienés de principios del siglo pasado asociado a la corriente expresionista. Discípulo y protegido de Gustave Klimt y contemporáneo de otra gran figura como Oskar Kokoschka. Schiele murió joven, a la edad de 28 años, pero en tan breve vida le dio tiempo a concentrar un arte provocativo e inusual por lo explícito de la sexualidad retratada en sus obras.

Su empeño en plasmar a sus modelos en posturas lascivas, le valió en alguna ocasión el calificativo de pornógrafo. Y es por esas estampas eróticas por donde el protagonista de la novela de Mario Vargas Llosa comienza a explorar e indagar en su propia pulsión fetichista. Un poco a la manera de los estudios de Freud -otro contemporáneo de Schiele en Viena, si bien no está documentado que se llegasen a conocer- con la histeria y su posible conexión con una sexualidad reprimida.

Los Cuadernos de Don Rigoberto es, en realidad, la segunda parte de Elogio de la Madrastra, obra con la que Mario Vargas Llosa ganó el Premio Tusquets de Novela Erótica. Género para nada nuevo en el autor peruano, quien habitualmente reserva jugosas páginas al tema en sus novelas. Por citar dos títulos puntuales, Pantaleón y las Visitadoras -sobre un ejército de prostitutas que sigue al ejército peruano, confinado en la selva amazónica en su disputa de tierras con el enemigo- y La Casa Verde, que toma su título de la Casa de Putas de Piura, terreno real que sirve de base a la ficción donde se desarrolla parte de la trama de la novela.

De Schiele se ha dicho que tenía una personalidad narcisista con rasgos exhibicionistas. Para ello se aduce la cantidad de autorretratos con gestos y posturas inverosímiles que pintó. Pero me vienen a la cabeza otros renombrados artistas -Rembrandt, sin ir más lejos, de quien también escribimos recientemente en estos cuadernos- con similares tendencias.

Seguramente, un pintor es, él mismo, el modelo más barato y a mano que se pueda tomar. Por no hablar de que semejante afición en la actual era de facebook, twitter, youtube y demás blogsfera -sexting incluido-, serviría únicamente para tacharle de "normal". Si hay algo digno de ver y de recrear en las láminas eróticas de Egon Schiele, la mirada literaria de Mario Vargas Llosa supo elevar a la enésima potencia la categoría artística de aquéllas.

De propina, un sucinto fotomontaje musical / canción repelús con los burdeles de La Casa Verde y The House of the Rising Sun de fondo.

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