jueves, 4 de octubre de 2012

While My Guitar Gently Weeps

Aunque he vuelto a empuñar la guitarra después de un tiempo inactivo, este post no va de que la toco con dulzura y hasta la hago gemir -While My Guitar Gently Weeps. Tampoco significa que haya decidido hacer frente a la crisis holgando como la cigarra -reconozco, eso sí, que reciclarme durante un año largo, está a medias entre la laboriosidad de la hormiga y la táctica de la avestruz.

Antes bien, la guitarra llorona y, por otra parte, incendiaria para la época, es la del amigo Eric Clapton en el tema homónimo de los Beatles firmado en solitario por George Harrison. A modo de anécdota, ambos amigos estaban enamorados de la misma mujer, Pattie Boyd, a la sazón, pareja de George. Más tarde, Clapton compondría su éxito Layla como reconocimiento de su secreta y, no correspondida, devoción por Pattie, con quien, posteriormente, llegaría a casarse. ¿Que por qué no le nombro a Harrison en el título de este artículo? Pues porque mi idea es hablar in extenso de la versión que Micah P. Hinson hizo de esta canción. Por cierto, la versión de una banda de tributo de Kyoto -The Beatrips-, tampoco desmerece del original.

El contexto de While My Guitar Gently Weeps es bien conocido por los fans de los Beatles. En 1968, The Beatles están en el cénit de su reconocimiento mundial, tanto a nivel de popularidad como de crítica especializada. Después de hornear el Sargeant Pepper´s Lonely Hearts Club Band en 1967, apenas hay reto musical que se les resista a los Fab Four.

Sin embargo, desde el denominado verano del amor, han ocurrido hechos muy significativos en la biografía del cuarteto de Liverpool. A la muerte de su manager, Brian Epstein, le sucede vertiginosamente un viaje a la India que los embarca en la religiosidad budista y las modernas técnicas orientales del yoga de la mano del santón hindú Maharishi Mahesh Yogi.

De esta última experiencia Paul, John y George -además, por este orden, en cuanto a su respectivo umbral de resistencia / permanencia en la India-, vuelven a Inglaterra con un montón de canciones en el zurrón que solo caben en un disco doble, que irá enfundado en riguroso blanco y sin el nombre del grupo a la vista -de ahí, que se lo conozca como el álbum blanco de los Beatles; por contraposición, más tarde llegarían los álbumes negros de Prince, no oficial, y Metallica, también doble, que contiene, entre otros hits de la banda, Nothing Else Matters.

Así como la madurez y excelencia musical de John y Paul había llegado antes. A John, por ejemplo, podría atribuírsele, sin miedo a equivocarnos, el impulso inicial del grupo y una cosecha gloriosa en 1965 y 1966 -Help, Rubber Soul y Revolver, ni más ni menos. Mientras que, éxitos aislados aparte -Yesterday, Day Tripper, Eleanor Rigby, de belleza sin límites y longevidad inusual tratándose de éxitos pop-, el Sargento Pimienta de 1967 es un mérito mayor de Paul, que se empapó de psicodelia, y se empeñó en pomposas orquestaciones y tirar la casa por la ventana hasta dar con el, para muchos, mejor álbum de la historia de la música popular.

De acuerdo con esta cavilación, en 1968 y 1969 llegarían las gemas pop de George Harrison, no por más joven, menos brillante como compositor que John y Paul, si bien ante tamaña competencia en un grupo tan reducido de rockeros, lógico que estallase más tarde su genio creativo. A la sombra durante demasiados años, la tríada formada por While My Guitar Gently Weeps, Something y Here Comes the Sun, para nada tiene que envidiar las obras de sus compañeros y rivales -dicho sea en el sentido de acicate y margen de mejora.

Pues bien, nuestro admirado Micah P. Hinson se animó a hacer una versión de While My Guitar Gently Weeps en su álbum All Dressed Up and Smelling of Strangers. Título, por cierto, inigualable para un disco de versiones -sí, vestido como, y oliendo a, extraños-, tan solo superado, quizás, por el ingenio de nuestro querido héroe patrio musical, Miguel "Papito" Bosé, quien tituló el suyo 11 Maneras de Ponerse Un Sombrero -por aquelllo de Cover / Versión en inglés, supongo.

Micah opta por una versión entre irrespetuosa y mistificadora. Arranca con una distorsión fuzz que no hace sino remarcar el ritmo de la grave -por seria- intro de guitarra, bajo y batería -chaston a lo concha de almeja que se abre y se cierra, y bombo. Cuando ya parece que estamos dentro de un loop instrumental infinito, Micah se digna poner voz al tema, pegándose el micro a la boca y saturando también éste de fuzz, hasta que nos chirrían los oídos. Y entonces, tras un redoble de la batería más naturista -por desnuda- que escucharse pueda, Micah levanta el pie de la tormentosa desazón, y ataca la estrofa de la canción.

El puente, entre espacial y psicodélico, indeciso en el trémolo de guitarra, enfatiza, sin embargo, el fraseo perezoso y adormilado de Micah. Quien emerge por momentos de un sueño confortable y placentero, a la vez que, acechado por sombras de pesadilla, no alcanza la paz de espíritu de la canción original. El solo, estratosférico y singular, nos deprime los sentidos por la desgana general con que Micah lo interpreta. Su desarrollo nos sorprende por su desfachatez y desidia, y cae a peso sobre nuestra idea primera de la canción de Harrison.

El bucle se repite eternamente. Elementos tan dispares como la melancólica melodía, la voz cavernosa de Micah, el fuzz y el trémolo, acumulados y repetidos, causan en nosotros efectos hipnóticos. Una sensación ligera y onírica, a la vez que plúmbea, nos ahoga en un mar de emociones, y noquea nuestra percepción inicial de While My Guitar Gently Weeps. Y, sí, la guitarra de Micah llora tristemente por nosotros y, de mientras, nos arrulla confortablemente en su onda. Actúa a modo de catarsis, y nos resarce de nuestras pequeñas miserias del día a día.

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