lunes, 20 de enero de 2014

Dirty Work, The Rolling Stones

Para trabajo sucio el que los ministros Montoro y Guindos están acometiendo en España para remontar la crisis y conseguir una recuperación que ya se atisba en el horizonte. Entre mucha nube de incertidumbre y cúmulo de chaparrón, eso sí. Pero parece que escampa para las grandes cifras económicas, las llamadas "macro". Otro tema será la economía "micro" a nivel de las familias, y pequeñas y medianas empresas. Habrá que esperar hasta que el enfermo experimente una clara mejoría. Por de pronto, la vela parece que ha merecido la pena, y se encuentra postrado en cama pero con signos de mejoría que apuntan a una pronta alta médica.

Pero hoy se trata de comentar un "aparente" disco menor de los Stones. Porque los 80s no fueron buenos para la banda londinense, achuchados por todos los costados. Los modernos del pop con la New Wave y duelos como el de Duran Duran y Spandau Ballet que acaparaban el impulso más quinceañero o fenómeno fan. La música negra liderada por dos megaestrellas como Michael "the King" Jackson y "Prince". El rock de post-punks, siniestros y undergrounds, junto con luminarias "auténticas" como Bruce "the Boss" Springsteen. Emparedados entre estos y otros movimientos, los que fueran los héroes de los 70s, sufrían para hacerse un hueco en el cambiante mercado rock. Los Stones no fueron los únicos "cuarentones" en padecer esta epidemia de sarampión de color y pelos cardados que para nada les favorecía. Pregúntenles si no a Bob Dylan y Lou Reed. De despiste en despiste dejaron pasar la década antes de remontar el vuelo.

¿Qué pintaban entonces los Stones con un disco como Dirty Work a mediados de la década? Había que mantener la maquinaria en marcha y, a pesar de no ser un gran disco, hay que reconocer que ha envejecido bien. Ecléctico a la vez que respetuoso con la esencia "stone", Dirty Work tiene un sonido agradable al oído que permite un montón de escuchas gozosas sin que cargue en absoluto. Además, sin tener un nivel medio elevado, no hay ningún tema descartable, de esos que a gusto te saltarías.


"One Hit (to the Body)" es una apertura fantástica y marca la pauta de lo que será el resto del disco. Jagger-Richards dejan que sea Charlie Watts al chaston quien arranque el motor de un temazo que, como el propio nombre es un disparo en toda regla, al cuerpo y, por ende, al corazón. La guitarra acústica de Ronnie Wood acompaña con una combinación de acordes que en seguida se clavan como una bala en el cerebro, pero es Keith con su riff descarnado el que acaba por meternos en el tema sin remisión y hacer que queramos más. Sucio en el fraseo pero efectivo como pocos, deslumbra con sus larsens. Vocalmente, Mick muerde, mastica y escupe cada una de las palabras que pasan por su garganta en continua retroalimentación con la sección rítmica -en la que no podía faltar Bill "la Estatua" Wyman, aunque tenía los días contados en los Stones-.

En un careo permanente con las voces negras del coro que realzan y enriquecen la propuesta rythm&blues de la banda. Se masca la tensión, la violencia y la amenaza de la vida urbanita como en otros viejos temas de la banda, tipo "Street Fighting Man". En "Fight", la banda mantiene el ritmo y los pistones de Watts y Wyman bombean a todo trapo una pulsión de vértigo, mientras Mick "Morritos" Jagger no para de ladrar a voz en grito cual matón de discoteca. Se le puede poner la pega de las cajas "plastificadas" ochenteras, pero detrás de la producción efectista sigue latiendo y se escucha el sonido "stone", impecable dentro del caos y la cacofonía.


"Harlem Shuffle" es un capricho de Keith Richards, que llevaba tiempo queriendo incluir una versión de este tema en alguno de los álbumes del grupo. Mick da el tono y las guitarras de Keith y Ronnie se enzarzan en un duelo endiablado de "low fidelity", con rasgueos aquí y allá y pespuntes a cual más acertado. El coro de color brilla desde el inicio dando el contrapunto a la rasgada voz de Mick con un poderío y un terciopelo que dulcifica la puesta en escena del saltimbanqui frontman.

El cuarto número "Hold Back" llama a aguantar en la lucha permanente por la vida. No detenerse, no parar, resistir y fortalecerse en el combate del día a día. También mucha tensión y duelo entre la sección rítmica -un reloj, un diapasón infalible- y la melódica. Por fin, Keith se atreve con las voces en el reggae "Too Rude", entre ecos y acompañamiento vocal del resto de la banda sale airoso del reto, aunque uno espera algo más de proyección en la voz del tipo duro y "alma mater" creativa del grupo.


"Winning Ugly" tiene un bajo saltarín muy de la época disco con una energía desbordante y una querencia llenapistas en la producción. No en vano, fue uno de los siglos extraídos del LP. Mick y las coristas se dan cumplida réplica en el estribillo. Es uno de los temas donde más se manifiesta la mano de Steve "Muro de Sonido" Lillywhite, productor que se hizo famoso en la primera mitad de los 80s con sus trabajos para U2, en los que emulaba a su admirado predecesor Phil Spector.

"Back to Zero" es otro número en el que destacan las querencias de los Stones por dotar de negritud y rythm&blues del bueno a su sonido como ya hicieran en su álbum "Black and Blue" una década antes. Keith castiga su "hacha" con un swing y una cadencia muy del gusto jamaicano y que anticipa el "raggamuffin".


"Dirty Work" es ideal para bailar a lo pogo, con un nervio a la guitarra que desata la locura en la pista. Keith recorre el mástil en continuos desgarros y larsens imposibles que desembocan en un alucinado solo. El ímpetu y los arrestos con que Jagger acomete el tema parece querer poner en entredicho a quienes por entonces ya murmuraban que la banda estaba acabada. Si bien había sido el propio Mick en parte culpable del bulo al publicar por su cuenta "She´s the Boss". Un disco que pensaba le iba a abrir el camino de una exitosa carrera en solitario. Aunque en el corto plazo apenas si le sirvió para sacar su continuación "Primitive Cool", y para afianzar el pacto mosquetero que había jurado con sus compinches. Y es que a los Stones siempre les ha ido mejor en equipo que por individual. Como al 99% de las bandas, por otra parte.

"Had It with You" es quizás el tema más flojo en mi opinión. Tal vez por ser demasiado rythm&blues y por ello más monolítico y menos variado que el resto. A un ritmo endemoniado, Watts/Wyman llevan a la banda hasta un solo de armónica que nos resarce de los "peros" que hasta entonces podríamos tener. Tras el parón, vuelta a arrancar, con el rabioso de Jagger mordisqueando el título de la canción en un constante alarido. De esos canciones en que se ve que la banda disfruta por volver a lo que fue su esencia más "bluesy" de sus inicios en los 60s.


"Sleep Tonight" vuelve a reservársela Keith Richards a las voz solista. Y aquí sí que sale con nota, haciendo honor a su portentosa intervención en "Happy", del imprescindible álbum "Exile on Main Street". Con groove y sentimiento, se entrega a seducir a su pareja, y quedan apartadas sus carencias vocales. Keith llega a ponerse tierno por momentos. Cualquiera lo diría de un tipo que tiene fama de tosco y hasta rudo. Los coros angelicales de apoyo ayudan lo suyo para meternos en esa atmósfera de invita al ligoteo más sensual con final de cama, se supone.

Para acabar, hay un tema oculto dentro de la pista misma pista de "Sleep Tonight" en recuerdo a los servicios prestados por Ian "Stu" Stewart, quien estuviera a punto de formar parte de la banda. Según la leyenda, lo dejó fuera por feo, ¿hay alguno guapo en los Stones?, el primer representante del grupo, Andrew Loog Oldham. A cambio, se quedó de chófer, "roadie" y chico para todo. Pero también solía aportar su piano en las grabaciones del combo. En particular, sus colegas apreciaban su particular estilo al tocar "boogie-boogie". Como muestra y homenaje póstumo -había fallecido el año anterior a la publicación del disco-, los chicos incluyeron este extracto que apenas rebasa el medio minuto, pero le hace justicia como músico.

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