martes, 10 de julio de 2012

Hurt de Nine Inch Nails

Parece que, al igual que Trent Reznor, en su Downward Spiral, estemos en el interior de un bucle diabólico que no hace sino descender a los infiernos descritos por Dante.

Aquel disco finalizaba con Hurt, un alegato de dolor contenido y compungido arrepentimiento por el desgraciado destino del protagonista / cantante, que veía que cual moderno Midas invertido, cuanto tocaba se echaba a perder, y aquellos a quienes quería acababan inmersos en un proceso de fatalidad y autodestrucción.

Ya los arreglos minimalistas de la versión original, resaltaban la crudeza y hastío de la confesión, junto con la sensación de culpa de quien ignora la solución al problema que sabe nace en él y se expande a su alrededor sin remisión, cual epidemia endémica.

Sin embargo, la versión que Johnny Cash -a pelo con la guitarra y su vozarrón de más solera que el más longevo whisky de malta en barrica de roble francés- grabara con Rick Rubin a los mandos en la producción para el sello discográfico American Recordings -American IV: The Man Comes Around- simplemente te deja pegado en el sitio, pues el alegato del dolor que arrastra un rostro, y una personalidad como la de Johnny Cash, comunica de forma creíble el fondo del tema y le da un cariz más humano que diabólico, si cabe, y le va como anillo al dedo.

Todo esto venía a cuento de la espiral de descrédito y desconfianza que nos envuelve a la ciudadanía española cuando vemos que al escándalo de la bancarrota de Bankia le sucede el póker de tahúres para pasar de puntillas por encima de este asunto, mientras le reclamamos a Europa a través de nuestros responsables políticos con la gallardía y donosura que caracterizó al latin lover en los 70s, que qué hay de lo nuestro, que la boda hace tiempo que se consumó y que ya se están retrasando con la barra libre.

Pues va a ser que no, señorito, que se acabó lo de las fiestas a escote, y que si queremos volver a disfrutar de nuestro esplendoroso pasado reciente, vamos a tener que penar en el desierto de la renuncia y austeridad, abstinencia y penitencia, sin que nuestro gracejo y capacidad para engatusar suecas nos valga con la alemana que lleva la batuta de esta Europa que, cada vez más, es una colectiva Novena a la Alegría según partitura de nuestro admirado Ludwig van Beethoven.

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