Hoy se cumple el 10º aniversario de la masacre de los trenes del 11 de marzo de 2004. Pero junto a los testimonios de supervivientes y familiares, de miembros de los equipos de rescate y testigos presenciales, el ruido mediático sigue zumbando de fondo. Abundan las estafas y los delitos, un avión desaparecido y, con total seguridad, siniestrado en medio de un océano remoto con una multitud a bordo que se da por muerta. La sucesión de un alto cargo eclesiástico también encuentra su lugar entre este amasijo de información. Y hasta el exultante deporte y el espectáculo en declive ocupan su hueco diario sin que esto altere la realidad de las cosas.
Lo mismo protestan los estudiantes contra las tasas que los ciudadanos contra sus políticos. Quienes fueron embaucados por las preferentes se enfrentan a los banqueros, mientras estos últimos se hacen acreedores a sustanciosas indemnizaciones por despido improcedente de sus respectivas cajas depauperadas e incluso quebradas. No hablemos de mala fe que es faltar a la verdad y una falta de educación hacia quienes rigen el destino del país.
Que les dejemos hacer, nos dicen, pues quien mejor que ellos para sacarnos del atolladero en el que nos han metido. Nos vienen a dar consejos, más nos valdría tensar las riendas y apurar el esfuerzo en nuestra carrera personal. Y ponen cara de convencidos, no se dan por enterados de que ya no les creemos. Nos ignoran. Pero nosotros sabemos que la revolución no tiene presencia en los medios, que la rebelión ha de salir a la calle y dejarse de fuegos de artificio y devaneos con el poder establecido. Seremos cada uno de nosotros desde la toma de decisiones diaria, empezando por la más nimia elección de compra, y con la impronta de nuestro estilo de vida, quienes tengamos que poner en su sitio a los responsables de esta crisis o volverán a las andadas.
Mientras nos preparamos para poner pie en pared, valga este insulso video para aliviar la tensión y poner el punto frívolo que todo moderno resumen de noticias debe tener.
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