martes, 27 de marzo de 2012

Crisis, Modo de Empleo

Crisis, Modo de Empleo o qué hacer frente a la crisis. La verdad es que llevo tiempo dándole vueltas a este asunto de la crisis y no acabo de verle una salida, solución o bien lista de recomendaciones que sugerir y poner en común con ustedes. Mi formación de economista hace tiempo que se quedó en eso, en mera formación, la cabeza amueblada, sí, pero apenas puedo presumir de haber ejercido la profesión.

Sí puedo hablar, sin embargo, desde mi experiencia y actuación personal, así como desde la intuición, entendida ésta como el ejercicio de una facultad animal / salvaje y, por lo tanto, sin domesticar, pero informada. Vaya por delante la confesión de servidor de que yo también me di algún que otro capricho al que mi bolsillo no hubiera podido acceder de otro modo, atraído al calor del dinero a crédito, barato y fácil. Si bien es cierto que fueron más gastos suntuosos (un segundo vehículo, unas mejores vacaciones de verano), de corto recorrido y con fácil recorte o marcha atrás, y nunca quise ni entendí que se pudiese especular con la primera vivienda, esto es, aquella en la que vivimos.

Hablando de la vivienda, cierto es que jamás sospeché ni se me pasó por la imaginación que fuese a pegar el petardazo que ha dado, pero tampoco comulgué jamás con que para cambiarme a una casa mejor (llegué tarde a la fiesta de las viviendas adquiridas a bajo precio que duplicaban su valor en pocos años), tuviera que endeudarme, en términos nominales, prácticamente en el mismo importe que estaba pagando por la hipoteca de mi primera compra (y habiendo devuelto únicamente la mitad de esa mi primera hipoteca). Por mejor explicarme, ¿qué motivo de alegría exultante me supone que mi piso de X, ahora valga 2X, pero que para mejorar mi situación tenga que mudarme a otro de 3X?

Volviendo al planteamiento inicial, ciertamente va a resultar una crisis larga y difícil de remontar, por lo complicado del diagnóstico y posterior prescripción de medidas que sepamos con seguridad que van a sanar al enfermo. Además, en Europa nos hemos topado con la Presidenta de Alemania, Ángela Merkel, cuyo pasado en la RDA y cultura luterana la han llevado a enrocarse en una postura de intransigencia hacia todo lo que no sea apretarse el cinturón, cuando precisamente en estos momentos, tal y como suelen pedir Premios Nobel estadounidenses como Paul Krugman y Joseph Stiglitz, si algo se necesita son medidas de estímulo para salir de la atonía del consumo y del crecimiento, y evitar así el fantasma de la deflación (el miedo a la famosa década perdida de Japón).

A todos nos alcanza que cuando la economía doméstica (no de un país en concreto, sino de una familia, la microeconomía, vaya) se tambalea, no queda otra que ajustarse el cinturón y empezar a quitar gastos de los que podamos prescindir, pero la economía mundial (esto es, la macroeconomía) se mide por otros factores y políticas, como la monetaria (devaluación), la fiscal (subidas de impuestos), la laboral (reforma del mercado de trabajo). Desde mi particular forma de verlo, me atrevo a aventurar que puede que haya llegado el momento de reinventarnos, bien individualmente, bien como comunidad, bien como país, bien como Europa.

Que nuestra forma de estar en el mundo no puede ser igual ni la misma que la que nos valió hasta el crack de 2008, y que hacer las cosas de modo diferente a como veníamos haciéndolo hasta ahora no tiene que significar necesariamente cambiar de trabajo, de amigos, de ciudad o de país, como algunos lumbreras nos están sugiriendo, sino tan fácil y tan complejo a la vez como replantearnos y repensar nuestras actuales formas de ingresos, nuestros gastos consolidados, los recurrentes y los esporádicos, y analizar hasta qué punto nos interesa o compensa seguir llevando la vida que vivimos.

Supongo que mis palabras no servirán de consuelo a quienes llevan muchos meses e incluso algún año en paro, a quienes ya se les ha acabado o bien están a punto de finalizar su prestación, porque con la espada de damocles del desahucio, la situación pinta, cuando menos, delicada. Sin embargo, se me ocurre que un giro a la ecología, el consumo responsable y conceptos como slow city, pueden hacer que cambios apenas perceptibles en nuestra vida diaria eleven nuestro nivel de satisfacción y, por lo tanto, de vida.

Recomiendo pasear más, hacer las compras en las tiendas de nuestros pueblos y ciudades en lugar de desplazarnos en coche a los Centros Comerciales, y utilizar la bicicleta siempre que se pueda. También procurar bajar el nivel de ansiedad y stress derivado de situaciones que se escapan a nuestro control y, por lo tanto, resultan de difícil solución a base de nuestro único deseo y esfuerzo personales. En definitiva, volver a disfrutar de esas pequeñas cosas que todos tenemos cerca de casa y que no tenemos por qué ir a buscar fuera de nosotros o de nuestro ámbito.

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