lunes, 19 de marzo de 2012

Concierto U2 Anoeta 2010 Donostia-San Sebastián

La tarde era una serpiente en caravana por la autopista más lenta de este lado del paraíso y llegué a Donostia-San Sebastián sin mayores sobresaltos que tener que aparcar  un poco a desmano de Anoeta. Me pertreché de bokata y litrona cual preadolescente en noche de viernes, y me apalanqué en un parque como un domingo con prensa más. Esperé hasta que los sonidos del entreacto, tras el telonero Interpol, apuntaban el descenso de U2, y allá que me fui a pisar el césped, 10 de la noche bajo un cielo estrellado, que no Under a Blood Red Sky, y con la cúpula/pulpo 360 coronando las egregias cabezas de sus veneradas majestades.



En  esto que se arrancan con It´s a Beautiful Day, con esas guitarras/bajos tan Scorpion en imitación madera, que ya eran tan de su gusto desde su época inicial de Boy/October/War.

Ahora comprendo que en la gira Zooropa de hace 20 años, aproximadamente, no me dijeran demasiado y no volviera a repetir hasta hoy, U2 es una banda de estadio y el velódromo de Anoeta se les quedó entonces pequeño a estos aguerridos irlandeses, para el recuerdo Bono destrozando Satellite of Love de Lou Reed con sus desafinados gorgoritos. En esta ocasión, sin embargo, Bono se atreve con la parte de Pavarotti de Miss Sarajevo sin que pase vergüenza ajena, baile con chica en el escenario a lo Boss incluido.

Y en el estadio dan bien, el montaje sónico/lumínico es moderno y llenan el escenario con su presencia y buena disposición.

Pido disculpas por no haber repasado el set list pero, si mal no recuerdo, cayeron I Will Follow, Elevation, Misterious Ways, Spanish Eyes, Still haven´t Found what I´m Looking for, entre otras, hasta superar la veintena.

Me gustó escuchar Walk On, aunque en Anoeta no culminaran como en el DVD del directo en Boston con aleluyas y demás parafernalia creyente, así como Sunday Bloody Sunday, con su muy logrado efecto marcial, y Where the Streets have No Name que, aunque en estudio no sea de mis preferidas, reconozco que con el pulso del directo gana bastante.

Después de disfrutar, volví a incorporarme a la serpiente multicolor más lenta del otro lado del paraíso, no sin antes despedir a sus veneradas majestades en sus tintadas limusinas rumbo a Biarritz, haciendo gala de la tan publicitada puntualidad británica, para coger su avión privado de vuelta a sus mansiones en la Costa Azul.

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