domingo, 23 de septiembre de 2012

Muse, la Banda de Rock TIC por Antonomasia

Contra lo que pueda parecer, por su nombre, la banda británica Muse es un grupo de nuestro tiempo. Actúan en estadios abarrotados, con la última tecnología a su disposición, y las letras de sus canciones están a caballo entre la obsesión de control de los gobiernos, tipo Gran Hermano, y la dicotomía atractivo / temor por los retos que plantea la era de la información.

Un ejemplo de globalización, la canción Survival del nuevo álbum de Muse -The 2nd Law- elegida canción oficial de los Juegos Olímpicos de Londres, ha tenido una difusión difícilmente alcanzable por otros medios. Antes de continuar, una confesión, este post no deja de ser un refrito del excelente artículo que Diego A. Manrique publicó en El País Semanal del Domingo 16 de Septiembre -Jueves 13 de Septiembre en la edición digital. Os recomiendo ir a la fuente para admirar el oficio con que trabaja uno de los rock critic decanos de la prensa musical de este país.

En cuanto a su origen, nada más local que su pequeño lugar de procedencia -Teignmouth, Devon-, así como su alarde de excentricidad británica, en la tradición de los power trio -guitarra/voz, bajo y batería. Esto es, como unos Cream o The Jam a la conquista del mundo desde la vetusta Inglaterra. No falta de nada entres sus influencias, rock ochentero línea U2, con sus dosis justas de épica, rock progresivo sententero tipo Pink Floyd, Yes, o los canadienses Rush -sí, la culpa de todo no la tiene Yoko Ono, sino el otrora bautizado rock sinfónico-, con reciente inclinación hacia Queen, y sin despreciar el metal y el sonido industrial de los noventa -Rage Against the Machine, Primus, Nine Inch Nails.

Claro que todo esto no nos diría nada sin la tecnología implicada, bases rítmicas programadas, loops imposibles, y las infinitas tesituras vocales de su cantante y compositor, Matt Bellamy. Si añadimos unas gotas de apocalipsis 2.0, entonces entenderemos un poco mejor el fenómeno Muse. Como bien dice Diego A. Manrique en su crónica, difícilmente seremos capaces de entonar / silbar una de sus melodías, por complejas y poco comerciales. Otro punto a favor de la expansión de Muse es su inagotable capacidad de trabajo en lo que a giras y presencias en grandes festivales de todo el mundo se refiere. Suele ser habitual que grupos que funcionan muy bien en la distancia corta, salas de medio aforo, teatros, polideportivos, no logren dar el salto a la tan ansiada por rentable categoría de rock de estadio.

Ahí, Muse ha demostrado tener las cosas claras y, a base de ambición y constancia, publicitarse como los herederos naturales de U2 en el liderazgo de los rankings de ingresos por gira, récords de espectadores, conciertos celebrados. Para una banda que aspira a ser el número uno en vivo, la tecnología es una commodity más. Desde la concepción de su música, pasando por la grabación en estudio y la posterior puesta de largo sobre el escenario. Los medios de que se dota un grupo como Muse están a la vanguardia de las novedades de las industrias musical, audiovisual, informática y de telecomunicaciones.

El auge de las redes sociales y la divulgación de la intimidad a través de Internet, también es un tema que interesa a Matt Bellamy y sus compañeros -Chris Wolstenholme al bajo y Dominic Howard a la batería-, especialmente por lo que implica de control de nuestras vidas y porque el ruido mediático pueda contribuir al escamoteo de información verdaderamente relevante para nuestro futuro como personas libres y como planeta, dentro del temor conspirativo al que nos referíamos al principio. Apenas si dispongo de un CD de Muse en mi discoteca, Absolution, donde ya se vislumbra el deseo de trascendencia que caracteriza a tantas estrellas del rock británico, desde Bowie a Oasis o Coldplay, pasando por otras luminarias menos refulgentes como The Smiths, The Cure, Suede o Pulp.

Ahora mismo, estoy visionando a modo picoteo algunas de las actuaciones en vivo más recientes de la banda, y el despliegue de medios en todas ellas es apabullante. Aunque el ritual rock del siglo XXI tiene sus propias e imprevisibles motivaciones, el fervor de los fans de Muse me recuerda la fidelidad con que las huestes de Bono y Cía respondían al estilo mesiánico de los U2 de The Joshua Tree, pero en la era Matrix o Minority Report.

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