martes, 22 de abril de 2014

Los Funerales del Gran Gabo

Ha muerto el gran Gabriel García Márquez y sus lectores quedamos un poco huérfanos. Según hemos podido leer estos días en los medios, hacía ya tiempo que no estaba entre nosotros como escritor, pero también ha dejado una novela inédita e incompleta. Otro asunto será que la familia decida publicarla.

Más allá de su presencia física, echaremos de menos el prodigioso poder de fabulación de Gabo. Una capacidad para la ficción y la narración que en Europa se dio en llamar realismo mágico, cuando quienes conocen de primera mano el continente americano insisten en que los milagros que se suceden en sus novelas no sólo son posibles sino que abundan en aquellas tierras. Yo que apenas si he cruzado el charco un par de veces en calidad de turista, no puedo alardear de haber tenido semejantes experiencias. Y reconozco que rehuyo las anécdotas más exageradas con la misma fuerza con que me engancha la exótica paleta de palabras y adjetivos que Gabo despliega cual pavo real para quienes somos legos en nombrar plantas, frutas, animales, cosas, colores del otro lado del Atlántico. Así como en la calidad visual de sus metáforas y la sensibilidad olfativa con que perfuma el interior de las casas, las calles, los caminos, el mar, las montañas y los campos. Un manjar para los sentidos que raya en la hiperestesia. Porque Gabo desborda nuestra capacidad de absorber nuevos términos y conceptos, resulta epatante en el manejo del idioma. Y nos dejamos mecer por la musicalidad de sus frases, sean éstas interminablemente largas o ajustadamente cortas. Se trate de un relato plagado de información y, por lo tanto, remotamente periodístico, o pertenezca al terreno de la narrativa más increíble y fantasiosa. Quizás por todo ello, aunque Gabo fue el deslumbramiento primero, personalmente he sido más fiel seguidor de Mario Vargas Llosa, por considerarlo más europeo en su prosa y de más fácil lectura una vez entras en la arquitectura de sus novelas más áridas y difíciles.

Ambos premios Nobel me perdonarán la impertinencia de las canciones que siguen. La primera es una versión horripilante/repelús de The House of the Rising Sun, un tema que no es del todo ajeno a los autores de La Casa Verde y Memoria de mis Putas Tristes.


Mientras que la segunda -una adaptación libre del asunto sobre el que versa el clásico I Heard it Through the Gravepine que inmortalizara Marvin Gaye y que los hermanos Santiago y Luis Auserón tradujeron como Las Malas Lenguas en su versión en castellano- está más en consonancia con el tema de los libelos y la maledicencia de La Mala Hora garciamarquiana.

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