martes, 6 de mayo de 2014

Adoradores del Sol frente a Lunáticos

Siempre ha habido personas madrugadoras y trasnochadores empedernidos, quienes adoran el sol y quienes prefieren la luna. Se podría hacer un tratado completo que estudiara el comportamiento de unos y otros. Aquí me voy a limitar a comentar Fat Old Sun de David Gilmour y The Whole of the Moon de los Waterboys.

Cuando hasta el mismísimo David de Miguel Ángel parece tener los pies de barro, pues le han detectado pequeñas grietas en los tobillos, y Nacho Vegas -uno de nuestros cantantes nacionales preferidos- ha cambiado el amor por la política, qué mejor que traer a colación dos momentazos musicales para aliviar un tanto la tensión y relajar la presión de los mercados sobre nuestros bolsillos.


Fat Old Sun se muestra meláncolica al inicio, y pretende ser la descripción un tanto pedestre de una puesta de sol en familia. Sin embargo, para mí es como una de esas mañanas de verano en que uno se despereza en una pequeña casa de campo y sale al porche a desayunar con el sol ya despuntando en lo alto del firmamento. Los sonidos que invaden nuestra piel y nuestros oídos como una sensación física, ayudan a despabilarnos mientras el café y la bollería recorren el trayecto descendente a nuestro estómago. Y la campiña queda a lo lejos con un fondo de campanas de iglesia que llaman a la oración aunque para nosotros se quede en un detalle pintoresco más de nuestro periodo vacacional.

El solo marca un antes y un después en la evolución guitarrística de Gilmour -la canción pertenece al álbum Atom Heart Mother (1970) de Pink Floyd-, y sentaría las bases de su estilo inconfundible a partir de ahí. Sin embargo, aunque en la versión en estudio parece que se queda a un paso de lo que podría dar de sí, aquí suena en todo su esplendor y es uno de mis preferidos porque conserva ese prestigio naif de lo aún no perfeccionado ni estilizado hasta el clasicismo y la copia/plagio fácil.


Por su parte, The Whole of the Moon me permitió hacer mis primeros pinitos en el circuito del ligoteo en pubs y discotecas. Un éxito ochentero por antonomasia, con Mike Scott y su banda The Waterboys sonando a pleno pulmón. Como si les fuera la vida en ello y quisieran quemarse rápido para así dejar un bonito/joven cadáver post-punk. La banda imprime al tema un alto ritmo desde el comienzo, si bien la fuerza evocadora de la canción proviene de los arreglos de cuerda y del recitado de Mike, que se desgañita y roza el precipicio del gallo y la falta de afinación que aquí funcionan más como mérito que como falta. Más tarde llegarían los sonidos del folk celta de la mano del Fisherman´s Blues pero esa es otra historia sobre la que volveremos algún día, porque en el 85  Scott se peleaba mano a mano en la misma división que luminarias como U2, Simple Minds, Aztec Camera, Immaculate Fools, y por ahí.

Se me ocurre que mi versión repelús de The House of the Rising Sun podría encajar con todo esto.

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