miércoles, 23 de mayo de 2012

La Hora de Natación

- ¡Preséntanosla!

Sentados a la mesa del mus no parábamos de hacer preguntas impertinentes a Pedro Aranguren. Éste, ingenuo, poquita cosa, aguantaba el temporal como podía ... y le dejábamos.

- En la piscina coincido a menudo con una chica estupenda.

La torpeza le valió un zafarrancho de silbidos, protestas, guiños cómplices que dieron paso a un interrogatorio sumario.

- ¿Cristina? Torturaba Andrés Fernández -falso poeta del ripio fácil, complexión atlética, con aire de mandamás- aumentando, el suplicio de Pedro.

Josu Arteta no se mordía la lengua, infligía su particular tunda con la ironía destilada de su glacial, ordenado cerebro, azote, por otra parte, de profesores incompetentes.

- Seguro que se ha equivocado de vestuario más de una vez.

- ¡Y de dos!

- ¿Eh, Pedrito? Y se miraban socarrones los compinches, rodeando la mesa, dibujando gestos obscenos queriendo abarcar la fisonomía "diez" femenina.

Juan Santisteban seguía los "órdagos" tras la barrera, entonces saltó en socorro del indefenso Aranguren.

- Dejadle al chaval, ¿no véis que nos va a detallar las últimas técnicas amatorias? ¡Silencio! Adelante, hombre.

Regocijados como estaban con las risas anteriores, el serio de Santisteban provocó un momento de incertidumbre, confusión, pronto resuelto a base de renovadas carcajadas.

Ciertamente, Pedro podía haberse callado, sin embargo, siempre era así: todos los sábados asistíamos a la ceremonia de la burla.

- A ver cuándo te toca a ti, Josu. Solía comentar Andrés midiendo en un pulso imaginario las fuerzas del rival, experto estratega.

Indistintamente, el blanco recaía sobre cualquiera de la cuadrilla. El reciente suspenso, la vecina del quinto, o el reciente coche adquirido suscitaban una serie interminable de chascarrillos, en la infinitud de la tarde del sábado.


para seguir leyendo: Colección de Relatos Heart Core Cotidiano

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